La Paz no sólo muere en Oriente

La noticia es, como muchas, escueta. Y anda perdida por entremedio del diario. “Una escuela francesa permite a sus alumnos probar fusiles de asalto”. Y es nada nada menos que un “taller” dictado en una sede del ejército francés, presentado como “jornadas” para conocer a las fuerzas armadas, en las que participaron chicos de una escuela primaria, algunos de ellos de menos de diez años. 

Y si bien las autoridades educativas prometieron sanciones para los docentes que promovieron este tipo de actividad, calificándolo de “error pedagógico claro”, a los niños se los vio más que entusiasmados al inspeccionar vehículos blindados, degustar raciones de comida de los soldados, y durante la sesión donde manipularon fusiles descargados y pistolas automáticas.

Es obvio que no es culpa de los chicos. Y también es verdad que en Europa, a la par de la corriente de inmigrantes que llegan al Viejo Continente huyendo de una muerte segura de Medio Oriente, recorre una sensación de temor generalizado –y por ende, injusto- al Islam, que quizás sea el verdadero disparador de la conducta de los adultos. Aun siendo docentes.

Hablamos de Paz como si fuera una palabra mágica. Pero quien tiene que construirla, además de los líderes mundiales, son los docentes, precisamente aquellos que tienen la responsabilidad de colaborar en construirla en la mente y el corazón de nuestros chicos, sus alumnos. Para que lo que cambie sea el concepto del sentido común, y que la lógica comience a pasar por una mirada integradora de nuestro mundo híper-interconectado, y comenzar a creer seriamente en que la Paz comienza a construirse en los corazones de quienes ejercerán la ciudadanía en menos de una década.

Que no sea otra vez una foto de un niño fallecido lo que nos conmueva por un rato.